jueves, 18 de febrero de 2010

GWENDOLINE

Tan dentro de mi
aún llevo el calor 
que me hace sentir  aún llevo tu amor  tan dentro de mi  que aún puedo vivir  muriendo de amor  muriendo de ti.   Como buscan las olas  la orilla del mar  como busca el marino  su puerto y su hogar  yo he buscado en mi alma  queriéndote hallar  y tan solo encontré mi soledad.   Y a pesar que estás lejos  tan lejos de mi  a pesar de otros besos  quizás Gwendoline  aún recuerdes el tiempo  de aquel nuestro amor  aún te acuerdes de mi.   Y aún recuerdo aquel ayer  cuando estabas junto a mi  tu me hablabas del amor  y aún podía sonreir  y aún recuerdo aquel ayer  y ahora te alejas de mi.   Le he pedido al silencio  que me hable de ti  he indagado en la noche  queriéndote oir  y al murmullo del viento  le he oido decir  tu nombre.. Gwendoline.  


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MOMENTOS

MOMENTOS

De noche nos pasábamos las horas

Hablando de mil cosas por hacer

Y a veces en pequeñas discusiones

Llegaba a amanecer

Y siempre amanecía con un beso

Y tú, después me preparabas un café

Y yo me despedía cada día

Soñando con volver

Parábamos el tiempo día a día

Quería descubrirte cada vez

Prendido de tu vida

Y tú prendida de la mía

El mundo parecía a nuestros pies

Ya ves que todo pasa quien diría

Ya ves que todo queda en el ayer

Apenas los recuerdos

Momentos que no vuelven otra vez

Te acuerdas de las veces que dijimos

Que nada nos podría separar

El viento que escuchaba tus palabras

Cantaba tu cantar

Y yo me cobijaba con tu cuerpo

Y tú, echabas los sentidos a volar

Perdidos en la noche y el silencio

Soñábamos soñar

La vida se hace siempre de momentos

De cosas que no sueles valorar

Y luego cuando pierdes

Cuando al fin te has dado cuenta

El tiempo no te deja regresar

Ya ves que todo pasa quien diría

Ya ves que todo queda por contar

Apenas los recuerdos

Momentos que no vuelven nunca más

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SENTIDO Y SENTIMIENTOS

HABLEMOS DEL AMOR '

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Hablemos del amor una vez más

que es toda la verdad de nuestra vida

Paremos un momento las horas y los días

y hablemos del amor una vez más

Hablemos de mi amor y de tu amor,

de la primera vez que nos miramos

Acércame tus manos y unidos en la sombra

hablemos del amor una vez más

¿Qué nos importa? ¿qué nos importa?

aquella gente que mira la tierra

y no ve mas que tierra

¿Qué nos importa? ¿qué nos importa?

toda esa gente que viene y que va por el mundo

sin ver la realidad

Hablemos de mi amor y de tu amor,

de la primera vez que nos miramos

Acércame tus manos y unidos en la sombra

hablemos del amor una vez más

¿Qué nos importa?¿qué nos importa?

aquella gente que mira la tierra

y no ve mas que tierra

¿Qué nos importa?¿qué nos importa?

toda esa gente que viene y que va por el mundo

sin ver…

¿Qué nos importa?

No hagamos caso de nadie

y hablemos de amor, de nuestro amor.

HABLEMOS DEL AMOR

Hablemos del amor

Me senté en la mejor de mis estrellas y pensé en tí, solo en ti, porque
sabes?

Te Amo, y por eso hice un mundo, donde pudieras estar, hasta que llegara el momento en que vivieras junto a mí; en ese mundo puse la belleza en una flor, puse tierra y semillas para que pudieras comer, puse el cielo y le di el día y la noche; en el día puse un sol para que sintieras el calor de mi amor, y en la noche puse la frescura para que sintieras sin ver, puse la oscuridad y en ella la luna y las estrellas para que supieras que en la penumbra hay belleza, que la belleza no solo se ve, sino que también se siente y que hice las estrellas para ti.

Puse un mar; en ese mundo puse animales, todos diferentes de forma y color para que los pudieras distinguir, también pensé en ellos y les di un lugar para vivir.

Pensé que te aburrirías si todo fuera del mismo color, por lo que a las plantas les di el verde, al día el azul, a la noche el negro, a las estrellas su brillo y hasta a tus ojos les di color.

Permití el mal para que pudieras conocer el bien, puse en tu corazón bondad, amor y también perdón.

Pensé que no podrías estar solo, e hice a una mujer, para que hubiera un
cuerpo que diera vida y mandé muchos como tú. Tambien pensé que no me entenderías, por lo que te di inteligencia.

Estaba yo feliz, pero luego vi que no sabías pensar y sabes?
Sentí decepción cuando creiste que yo no existía, que todo tenía una
explicación científica, y la tiene, porque la puse para que pudieras
entenderme con mayor facilidad.

Y como te amo, de vez en cuando o muy seguido te mando un problema, que es un regalo que te doy para que aprendas a crecer, y aun así, dudas de mí.

Todo el tiempo pienso en ti, y todos los días mando una señal especialmente para ti, y aunque te di ojos te veo ciego, y en el mundo que te regalé sembraste semillas, pero no para comer, sembraste el odio, el egoísmo, la frialdad y las dejaste crecer, y te pedí que las cortaras y no me hiciste caso, porque vives tu mundo material.

Y como te haces sordo a mi voz, decidí escribirte esta carta para recordarte que Te Amo, y si me has hecho daño, te perdono, yo también siento, y sabes, te pido que me recibas en tu corazón, y que encuentres en mí consuelo, paz y tranquilidad…

Acércate a mí, no necesito decirte quien soy...

Tú ya lo sabes.

SOY EL AMOR!!!

VERDADES AMARGAS

Verdades Amargas

Yo no quiero ver lo que he mirado

a través del cristal de la experiencia;

el mundo es un mercado donde compran

honores, voluntades y conciencias.

Amigos: es mentira, no hay amigos:

la amistad verdadera es ilusión;

ella cambia, se aleja y desaparece

con los giros que da la situación.

Amigos complacientes sólo tienen

los que disfrutan de ventura y calma;

pero aquellos que abate el infortunio

sólo tienen tristezas en el alma.

Si estamos bien, nos tratan con amor,

nos buscan, nos invitan, nos adulan;

mas si acaso caemos, francamente,

sólo por cumplimiento nos saludan.

el que nada atesora, nada vale

y en toda reunión pasa por necio,

y por más nobles que sus hechos sean,

lo que alcanza es la burla y el desprecio.

En este laberinto de la vida

donde tanto domina la maldad

todo tiene su precio estipulado:

el amor, el parentesco y la amistad.

Lo que brilla no más tiene lugar,

aunque brille por oro lo que es cobre;

lo que no perdonamos en la vida

es el atroz delito de ser pobre.

Nada en el mundo es perfecto, puro y sano;

todo se halla a lo impuro entremezclado;

el mismo corazón, con ser tan noble,

cuantas veces se encuentra enmascarado.

Existe la virtud, yo no lo niego,

pero siempre en conjunto defectuoso;

hay rasgos de virtud en el malvado,

hay rasgos de maldad en el virtuoso.

La estupidez, el vicio y hasta el crimen

podrían tener su puesto señalado;

las llagas del defecto no se ven

si las cubre un diamante bien cortado.

Y a nadie habrá de herir lo que aquí digo,

porque ceñido a la verdad estoy;

me dieron a libar hiel y veneno;

veneno y hiel en recompensa doy.

Y si peco en las palabras toscas

de estas líneas oscuras y sin nombre,

doblando mis rodillas en el polvo,

¡pido perdón a Dios y no a los hombres!

El seminarista de los ojos negros

EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.

Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...

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Miguel Ramos Carrión

martes, 9 de febrero de 2010

ME GUSTAS CUANDO CALLAS

POEMA XV
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
Y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma,
Emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
Y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante,
y estás como quejándote, mariposa de arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio.
Claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto


POEMA XX
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
¡Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos!

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla!
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Yo no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise..
Mi voz buscaba al viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda, poeta chileno (1904-1973)